sábado, 17 de mayo de 2008

La calle, la gente

Hay veces
que me importan totalmente
esos nombres
arrugados de las frentes,
esos labios, mustios, claros,
esos dientes grises, raros.

Las mujeres que caminan
balbuceándole al amor
siempre yendo al mismo sitio
a perder toda pureza.
buscando tal vez vergüenza,
negándole al vientre un hijo
gimiendo su suerte cruel...

Hoy me importan como nunca,
las caritas lastimadas
que me miran hasta el hueso,
hoy, sus canciones
me colman
y me abaten
por el peso ...

Hoy siento que es necesaria
la muerte
y tanto la espero
que quiero tocar sus manos
huir,
llevando el velo
de lacras, escoria, cieno
del patán y el aventurero.

Hay veces que la verdad
suena como un taladro
en el umbral del cerebro
que grita el hambre,
que el frío
de las noches de invierno
endurece hasta el consuelo.

Hoy que me importa tanto
el sufrimiento callejero
las ansias me crecen pronto
como uñas en los dedos.
Pienso llenarlos de besos,
pero ... han volado mis sesos.
Pienso gritarles:¡los quiero!
pero se amansan mis bríos,
pienso estrecharles muy fuerte
pero han saltado mis nudos.

Nadie comprende al que ama,
nadie sonríe si llora ...
sigue la vida en las calles;
en las frentes las arrugas
nacen ... yacen ...

Siguen las calles-burdeles,
los niños casi sin padres,
los hombres casi cobardes,
el hambre que arde y arde.
los taladros del cerebro,
la rutina del “ya sé”,
aún mis versos que torturan.

Sigue la inercia que mata,
la gente, toda, en la lata.

Río



Río, limpio, fuerte,
río,
que lo entregas todo
río,
que te llevas todo
río,
que arrastras lo débil
río
que dejas lo fuerte,
río
que raudo te pierdes
río
como los suspiros
de un tiempo tan breve.

La Copa Rota



Hay más, mucho más en mi copa rota,
hay sangre de mis manos crispadas,
hay frío, desnudez, hay miserias
que han sorbido mis labios ...
hay mundo.

En el fondo de esa copa rota,
los gritos de madres
de entrañas saqueadas
remecieron
mis nervios fallidos,
el aliento de intestinos vacíos
me asfixió,
perdí el equilibrio
y se quebró
entre mis dedos dormidos
esa copa que bebí,
del mundo.

He probado del sabor salado
de las llagas del negro y del rubio
se han llenado mis horas de luto,
de tristeza, tedio y amargura
por el alto precio de esta vida dura.

Al mirar mi copa ... vacía,
he sentido el cielo profundo
y un rayo débil de esperanza
me alumbró
y disipó mis lutos.

Sonreí entonces,
al saber mis manos
sin heridas sangrantes,
sonreí entonces,
al sentir el aroma suave
de un niño que nace
con su blanca ternura
en el mundo.

Azul

Cielo, rojo al amanecer
verde, cuando la noche empieza
gris, como mi tristeza
y al fin ... azul
cuando te siento volver.

Serenade Schubert