Tu voz ondeaba por los aires
de manera permanente,
y tu Recuerdo con olor a vino viejo
se asomaba sin pensarlo
en el mejor o peor momento.
Ya era tarde, el río color suelo
humedecía cada una de mis dudas,
y eran tantas, que sin esperarlo
decidí ponerle fin a esta historia.
Se iría, sí, el Recuerdo se iría
lo había decidido,
no quería verle más
dando vueltas a mi lado,
conversando sin palabras,
sonriéndome en secreto
estorbando mis vigilias.
Así que, lo miré fijamente,
con esa mirada en la que se fusionan
el dolor y la determinación,
y antes que pronunciase palabra alguna
suplicante el Recuerdo me decía:
“No me eches, no… deja que viva
prometo no estorbarte, me quedaré quieto
estaré en silencio, lo prometo”.
Pero como a veces me pasa,
una ráfaga de valor inusitado,
me invadió y con toda la voz que pude dije:
“Vete, ya vete, déjame en paz,
la vida me llama, el amor me espera
sal de aquí, para siempre vete
ahora mismo, no quiero verte, vete!”
Tan decidida sonaba mi voz que
el Recuerdo avergonzado, huyó
y desde entonces hay un Vació
que tiene tu forma
y un espacio que con nada pude llenar.
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